Actúan hoy en Barcelona
Jueves, 19 de julio del 2012
JULIÁN GARCÍA / Barcelona
Mishima, la banda barcelonesa encabezada por David Carabén, lleva desde abril embarcada en la triunfal gira de su último disco, L'amor feliç. Después de diez años de esforzada carrera, Mishima disfruta hoy de una emocionante condición de grupo referencial del pop que se fabrica en Catalunya. Para ratificarlo, el quinteto de Carabén despliega su imponente directo esta noche (0.30 horas) en elPoble Espanyol como cabeza de cartel del Festival Pròxims.
David Carabén, líder de Mishima, fotografiado en EL PERIÓDICO después de grabar el acústico de la canción 'Els crits'. FERRAN SENDRA
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Información publicada en lapágina 50 de la sección deEspectáculos de la edición impresa del día 19 de julio de 2012VER ARCHIVO (.PDF)
-El año pasado, decía usted en una entrevista de Rafael Tapounet que su mejor concierto fue la presentación de 'Ordre i aventura' en Apolo en el 2010. Supongo que en las giras de estos dos años habrá habido otros conciertos para guardar en la pequeña historia del grupo.
-Sí, pero aquel concierto de Apolo tuvo ese componente emotivo que se repite muy pocas veces. Era la primera vez que agotábamos las entradas de un concierto en el que nosotros éramos el principal reclamo. En ese momento nos dimos cuenta de que, sin hacer mucha cosa, habíamos crecido. Luego ha habido más grandes momentos, sí. Pero el de Apolo lo recordaremos siempre.
-Se agradece a Mishima la capacidad de pellizcar el corazón del oyente cuando escucha el disco y de hincharle los pulmones con esas mismas canciones en directo.
-(Piensa) A mí me cuesta definirlo, pero creo que tenemos una peculiaridad. Mucho público nos aprecia por las letras y los temas de que hablamos en las canciones. Tiene una aproximación intelectual a nuestra música. Pero cuando nos escucha en directo, ve que hay un componente físico muy importante. Al fin y al cabo somos un grupo de rock, y en el rock la música pasa por el cuerpo.
-Sus canciones tratan temas más grandes que la vida. La fe, la belleza, el amor, la comprensión del mundo. ¿Ha sido muy difícil llegar a ese punto en el que la profundidad va de la mano de una cierta frescura?
-Este es el trabajo del que escribe canciones: encontrar el tono justo sin renunciar a escribir sobre nada. Temas estéticos, morales, sentimentales, muy vividos pero muy inmediatos. El reto es que no dé la impresión de que soy demasiado solemne, sentencioso o mestretites.
-Las referencias literarias son habituales en grupos anglosajones como The Divine Comedy o The Go Beetweens, pero aquí son consideradas como algo pretencioso.
-Hay un tópico, fruto supongo de un retraso cultural de nuestro país, que dice que el rock debe servir para construirte una identidad. Para cierta crítica, cuando un músico escribe sobre según qué temas es un pedante, un intelectual. No pasa igual con el cine. Me pasé años haciendo entrevistas a cineastas y escritores, y estos pueden hablar de referentes o del libro que han leído y nadie les toma como unos pagados de sí mismos. Si Almodóvar cita a Rosellini en una película, ¿tú piensas que Almodovar quiere ir de Rosellini? ¡Anda ya!
-Una de las canciones de 'L'amor feliç' se titula 'Rilke'. Y ustedes se llaman Mishima. Supongo que eso marca.
-Sí, pero el problema es que si yo digo que he leído un libro, la sensación es de que, ostras, voy de intelectual. ¡Y yo no soy nada intelectual! No sé mucho de literatura ni de nada. Soy músico y cuando encuentro un poema de Rilke que la gente pueda disfrutar como yo, pues lo canto. La gente que considera el rock una construcción de la identidad piensa que yo cito a Rilke porque quiero ser como Rilke. Eso es una parida.
-¿Recuerda el día en que decidieron desterrar el inglés y volcarse en el catalán? Ese día suele considerarse el del gran salto adelante del grupo.
-Si, pero no hubo un día concreto. Fue parte de un proceso en el que no solo incluyo encontrar una voz propia y un catalán en el que me sintiera confortable escribiendo. También incluyo mi propia vocación, es decir, si me tomaba en serio la música o no. Yo empecé como quien empieza un juego. Estaba estudiando y mis amigos, unos franceses que cantaban en inglés, hicieron una banda medio en coña. Pero luego llega ese día en el que la realidad te dice: tómate esto en serio. Y pruebas, y no es que destierres el inglés, es que el primer día te sale una canción en catalán. Y el segundo, tres.
-¿Me puede hablar un poco sobre ese momento en que se pregunta sobre su propia vocación?
-(Medita) Pensé mucho en si realmente quería dedicarme a la música. Si creía en lo que hacía, si mi vocación de escribir era cierta. Yo, si le digo la verdad, todavía no me lo creo mucho. Todavía tengo esa relación medio de dilatante con la música, me siento un polizón en realidad. Creo que esto durará poco y que estaré poco tiempo. No sé por qué, pero es así.
-Pero ustedes llevan ya diez años de carrera. El éxito no les ha llegado de sopetón.-Hemos visto muchas butacas vacías. Y sé que esto no depende tanto de lo bien que lo hagas o de lo que tú creas que tienes que hacer. Depende mucho de las ganas que la gente tenga de ti. Esto, en realidad, es algo muy caprichoso.
-¿Qué queda del Carabén de la Barcelona indie del los 90?
-Todo, porque entonces no era nadie pero ahora tampoco soy nadie. Todos vamos viviendo la vidaxino-xano. Yo me siento hasta un cierto punto víctima de decisiones de otros. A veces pienso en los bolos: «Qué estoy haciendo. Soy músico. Y viene la gente». Y me sorprendo. ¿Cómo es que hago esto y soy el líder de esta banda? He vivido también otras vidas: he trabajado de periodista, de realizador, y supongo que por eso todavía tengo esta sensación de que esto de la música es temporal y de que todo es una cosa muy rara.
-Hablando de su trabajo de realizador, Barça TV está reponiendo la serie 'Recorda míster',sobre los entrenadores del Barça entre los 70 y los 90, que usted escribió y dirigió. Nos queda pendiente ese 'Recorda míster' de Guardiola.
-Me encantaría, pero¿ las circunstancias de cuando hice la serie eran muy peculiares. En realidad, el programa era la historia de las dudas del club en los 70 y 80 hasta llegar al modelo que impuso Laporta, que es el cruyffismo. La verdad es que el entrenador, como figura, es un personaje dramático fantástico, cojonudo.