El arte de todo oficio es hacer lo difícil parecer sencillo. De hecho, son esas cosas menos complejas que, cuando bien hechas, nos suelen maravillar y bañar en su encanto. Esta apreciación se hace más latente todavía en todo lo artístico, y no es nada fácil. Se debe tener valor, una voluntad a arriesgarse y sobretodo mucha calidad. Estos son los ingredientes de los que parte Mishima, y que nos traen bien consolidados en su obra más reciente, Ordre i Aventura.
Pero es que Mishima es mucho más que tres ingredientes. Para entender las claves de su éxito más reciente, debemos entender el contexto, notar el recorrido, y apreciar el genio.
Una de las cosas que más sorprende de Mishima es que canten en catalán. No porqué la lengua catalana sea poco común en la música, si no porqué Mishima no hace la típica música que se suele escuchar en catalán. Cualquiera que haya nacido o vivido en Catalunya en los últimos 20 años habrá vivido lo que comúnmente se denomina rock català. Al largo de los años se han unido todo tipo de estilos, desde el punk hasta experimentos a lo boy band, cuyas fotos han cubierto las carpetas de muchas quinceañeras, pasando por el ska y grupos de esos que sonaban de fondo mientras tomabas unos cubatas en la fiesta mayor del pueblo. Lo que les engloba en este conjunto es generalmente la expresión del sentimiento independentista catalán en mayor o menor medida; y les caracteriza una especial atención a las letras, en detrimento quizás de la innovación y el genio en la propia música.
Mishima ha querido distanciarse claramente de este movimiento, empezando su carrera en 1999 cantando en inglés, lengua que usaban muchos grupos en aquellos tiempos para huir del denominador común que era el rock català y acercarse más quizás a lo que estaban haciendo grupos como Pixies o The Smiths. A lo largo de los años, David Carabén (genio y figura de los Mishima) y los suyos han pasado de ser una chorrada, en sus propias palabras, a tener bien claro el tipo de música que querían hacer. Sin embargo, 10 años son mucho recorrido y en él han ido perfeccionando su estilo, dejando atrás el inglés y centrándose en su lengua materna, más natural. A través de su propia lengua son capaces de narrar historias cotidianas, muchas de ellas basadas en el amor (cómo no) pero contadas con un cierto romanticismo raro, una belleza bruta y una fascinación inigualable con momentos aparentemente intrascendentes.
La genialidad de Mishima es abrumadora en todos los aspectos. Tomemos como ejemplo la canción que abre el disco Tot Torna A Començar: letras sumamente cuidadas (marca de la casa) que consiguen ese perfecto equilibrio de auto-interpretación sin irse a lo abstracto, unos aullidos a mitad de canción que sin saber muy bien cómo se integran a la perfección, y todos los atributos de una clásica canción de pop que suena un pelín peculiar. Otro ejemplo de buena lírica lo podemos encontrar en Una Part De Tu, donde termina diciendo lo contrario de lo que decía al inicio, pero con las mismas palabras y el mismo significado (un poco como esta frase). A las letras las acompaña la voz única de David, a veces estremecedora, a veces dulce, y a veces narradora como enTornaràs A Tremolar, donde parece que nos esté relatando poesía.
La música de Mishima se adapta según la canción y su temática. Pianos poperos con arpeggios preciosos, guitarras que recuerdan a los grandes cantautores de los 70, coros que explotan de alegría, todo orquestado hacia la sencillez, en su justa medida, y siempre con un toque aventurista que enamora; orden y aventura.
Una canción que resume perfectamente las sensaciones que nos da el disco es Guspira Estel O Carícia. Un videoclip muy estilado a Mishima y un David reconocible siempre por esas gafas de lentes ochenteras que no se quita nunca.
La fama más reciente de Mishima es entonces fruto del momento y la recepción de un público cada vez más abierto al indie-pop catalán, pero también a la originalidad y el trabajo bien hecho, demostrado por el éxito de Ordre i Aventura en la crítica española y por los conciertos que ha dado el grupo en ciudades como Madrid. Esperemos entonces que Mishima (y los demás punteros) inspire a más grupos catalanes a atreverse con esta lengua, y esperemos también que Mishima siga haciendo la música que les gusta, a su especial manera y con su habitual peculiaridad.