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CRÍTICA: POP Mishima
Una noche de Reyes
LUIS HIDALGO 08/03/2011
Una gran noche. De nuevo. Y en menos de un año ya han sido dos. Buen momento para Mishima, banda genuinamente barcelonesa por intención, estética e imaginario que se reivindicó en el lugar que confiere oficialidad a los triunfos: el Palau. Allí volvió a establecerse complicidad entre grupo y público, que si bien no alcanzó las cotas emocionales conseguidas en el Apolo al comienzo de la gira que concluían en el Palau, sí logró reeditar un éxito sin apelativos que permitirá encarar la carrera de Mishima con la convicción de haber solidificado una nada desdeñable base de seguidores. Es lo que se vio en el Palau.
MISHIMA
Palau de la Música. Barcelona, 6 de marzo.
En el Palau, cierre de gira, Mishima logró reeditar un éxito sin apelativos
En el Palau, cierre de gira, Mishima logró reeditar un éxito sin apelativos
Y eso que el recinto acostumbra a hacer trastadas a sus moradores. Dada la trascendencia que se le otorga, los grupos salen o bien cohibidos o bien acelerados. Mishima pareció iniciar el concierto a más velocidad de la necesaria, empujando a un público que no necesitaba más estímulos que la aplicada exposición de las canciones. Queriendo exprimir el éxito desde el comienzo, Mishima puso la directa y en las siete primeras piezas el concierto estaba visto para sentencia al situarse en el terreno del aplauso sin concesiones. El setacústico que partió inmediatamente después de la actuación, con los músicos en la parte de atrás del escenario, sonido desmadejado y distante, paró la dinámica del concierto y atemperó con su cuestionable desarrollo la temperatura de la noche.
Pero a partir de Com abans, dudodécimo tema, y hasta Sant Pere, trigésimo, la actuación rodó cuesta abajo con el único trompicón del desliz en la versión de Brassens(No existeix l'amor feliç). La concatenación de éxitos, el crescendo instrumental que Mishima aplica a muchos de sus temas, el éxtasis emocional que con ello consigue y la seguridad de hablar a su público en el lenguaje que para ellos resulta certero, garantizaron un éxito que se dibujó en la cara de los músicos mostrándose como la mirada de un niño la noche de Reyes. Porque eso fue Mishima en el Palau, un grupo abriendo un regalo largamente esperado.