El Mundo: 'Indie' catalán: la otra normalización lingüística


Actualizado: 19/12/2014 18:53 horas

Los comienzos del indie en España -una explosión de la que Barcelona tuvo buena parte de culpa, en conexión con Granada, Gijón y San Sebastián- se podrían explicar, en cierto modo, como una cuestión de conflicto lingüístico: el de los artistas con su lengua materna. En los 90, cantar en castellano, a menos que fueras Sergio Dalma o Miguel Bosé, era una opción muy poco cool: parecía como si aquella generación tan a contracorriente, tan conectada con las modas internacionales del ruido, la autoconfesión y las distorsiones, sintiera que escribir sus letras en español era dar un paso atrás y alinearse con una visión provinciana del arte.
Si con el castellano había problemas, mucho más con el catalán. El catalán, que desde finales de los 80 había sido una lengua al servicio de un pop creativamente pobre y de mensaje rancio, sólo aparecía de tapadillo a menos que hicieras canciones como las de Els Pets o Gossos. Cuando la nueva hornada de bandas independientes de Barcelona tomó el relevo a la generación del noise, el inglés también era la opción. El primer disco de Mishima, en 2000, se tituló Lipstick traces, en homenaje al ensayo de Greil Marcus, y el segundo, 2003,The fall of public man. Una banda próxima a Mishima, Élena, que empezó a grabar por las mismas fechas, mezclaba castellano e inglés: en Porelamordedios (2001) había canciones como Pure ySilent, pero también como Antes Nadie pero Mar.
Al llegar a 2003, empero, y parafraseando al grupo Astrud, algo cambió. El segundo disco de Élena volvía a ser bilingüe, pero mezclando inglés y catalán. En la carrera de Mishima, el álbum de 2005 fue un verdadero punto de inflexión, y todo comenzó con el título: Trucar a casa. Recollir les fotos. Pagar la multa. De repente, las bandas surgidas del underground barcelonés habían redescubierto el catalán, habían perdido miedo a la enorme musicalidad y alcance poético del idioma, y ya no se volvió a escribir en inglés.
¿Casualidad? ¿Premeditación? ¿Pasqual Maragall? Nada de eso: por una parte, un meteorito llegado desde Mallorca, el disco Alegria(2002) de Antònia Font, fue la demostración inesperada de que el pop multicolor, pegadizo e imaginativo podía sonar tan refrescante como cualquier canción de Super Furry Animals. Por otra, los músicos estaban descubriendo que el pop en catalán no había comenzado con Sau, y que mucho tiempo atrás había genialidades de Serrat y Jaume Sisa que habían resistido el paso del tiempo y que merecían una reivindicación -he ahí la clave de la renovación de Raül Fernàndez como Refree- que eliminara de la ecuación el contexto político y social de los 70.
Y así, el catalán renació en la música, con el apoyo de los medios de comunicación locales -siempre prestos a apoyar la coincidencia de arte y lengua-, pero también con el de un nuevo público, una generación que también escuchaba a Pulp, Los Planetas y Vampire Weekend. La canción con la que Manel comenzaron a darse a conocer fue, precisamente, Gent normal, una versión en catalán del Common people de Pulp. Cuando llegó su primer disco,Els millors professors europeus (2008), la anécdota se había transformado en un fenómeno de ventas que retroalimentaba a toda la escena de punta a punta de Cataluña: tras el empuje de Mishima y el acelerón de Manel surgió una ola de indie en catalán, entre el pop anglosajón de trazo fino y el folk delicado, que todavía hoy goza de salud y seguidores: Els Amics de les Arts, Fred i Son, Mazoni, El Petit de Cal Eril, Coriolà, Desert i Maria Rodès, por citar una mínima porción del fenómeno, se sostienen en un justo equilibrio entre calidad, anhelo poético y apoyo popular; sellos como Bankrobber, Sones o Discmedi son los que sostienen estos cimientos verdaderamente firmes.
¿Hasta cuándo durará la ola? La última sensación indie catalana, Mourn, el jovencísimo cuarteto del Maresme, se ha decantado por el inglés. Son, de todos los nombres surgidos en Cataluña en la última década, el que más lejos ha llegado -con entrevista en el portal Pitchfork incluida y una licencia internacional con el sello Captured Tracks-. Su ejemplo puede motivar a las nuevas bandas a probar suerte con el inglés, aun a riesgo de volver a diluir una identidad cultural y lingüística que costó mucho recuperar. El tiempo dirá, pero de mientras, que les quiten lo bailado.