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Épica, amor y buenas maneras. Mishima. L’amor feliç | Waaau TV
Épica detallista. Pura evocación a la grandeza. Será un clásico. Esto es lo primero que se perfila en la mente con ‘L’amor feliç’ (The Rest is Silence, 2012) que acaban de publicar los catalanes Mishima; el sexto disco de su carrera. Cabe no dejar esta cifra al aire. Subrayarla y resaltarla. Para recordar a los recién llegados que Mishima tiene seis discos en su haber. Más de diez años de militancia artesana. Y dos primeros discos cantados en inglés que son brillantes y premonitorios (y que algunos nos dejamos las yemas de los dedos en las tiendas de discos buscándolos porqué estuvieron mucho tiempo descatalogados).
La vella ferida es la encargada de abrir el fuego. El piano parpadeante de Marc Lloret, ráfagas de batería y toques de xilófono eclosionan en un remanso vocal que nos da cierta tregua del repiqueo, para seguir avanzando en una balsa final de tiempos lentos que nos deja resoplando. La fiesta empieza a avecinarse con Els vespres verds, con su tintineo de cuerdas y platos, para eclosionar en un final destellando épica, recordando un poco a otras misticidades com Sant Pere. Llega Ull salvatge y con ella los Mishima más reconocibles. La afilada guitarra de Dani Vega, una sinuosa línea de bajo, versos y conceptos encadenándose en una cadencia medida. Oda femenina a la perfección en sus formas. Buenos preludios que van preparando el aterrizaje de L’última ressaca. El pop de manual. El single que todo grupo quiere componer. Instantes de ligereza redonda para seguir hacia las profundidades. Como en Els crits, donde Wilco se nos hacen tan presentes. Gritos a la angustia (como si se tratase de las jaquecas de Jeff Tweedy) aderezados con bandazos en forma de crescendo con fondo de agudeza femenina, arreones melódicos para secar el aliento. El meridiano del LP señalado con la recitada El que em van dir, que nos evoca a los virtuosos versos de Joan Maragall en Els ametllers, y nos señala un emocionante cenit mediante palabras certeras. “L’immens poder de sentir en l’onada, un sol batec”. Recuperarse de la bofetada poética y pararse en El camí més llarg. Aquí hay incesante punteo de guitarra para moldear la metáfora que la felicidad se nos hará siempre más familiar en el camino que en el destino. Es entonces cuando Mishima ya nos han preparado para el despliegue de No existeix l’amor feliç, la adaptación de Il n’ya pas d’amour heureux. Afrancesada poesía prosaica. Decálogo de todo el disco. Manifiesto sobre el concepto amoroso. Goerge Brassens no pontifica, solo dispone herramientas a la neurona. Tanto vuelo metafórico no nos produce vértigo, pues ya encontramos Ossos dins una caixa. Relato desengrasador con personajes a lo Bukowski y un estribillo coral para salir a la calle y cerrar el puño. El discernimiento se nos es devuelto con No obeir, enigmática composición que camina por senderos tranquilos hasta desembocar en uno de aquellos pasajes homéricos y instrumentos contorneándose, donde los Mishima tan bien se desenvuelven. El final se acerca, y con él la vaporosa adaptación de un poema de Rilke (la belleza a estas alturas ya es incontrolable), y Ningú m’espera como epílogo con un paso hacia una oscuridad brillante, llena de versos inteligentes, repicares de batería y guitarras sinuosas. El final de un trayecto que no podemos más que aplaudir. El pop en su vertiente más trabajada, pensada y brillantemente ejecutada. Belleza insistente y evocadora. Mishima, artesanos de la épica cotidiana. Brillantes.
Oscar Villalibre