Indiespot

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No solo son regalos para vosotros, también lo son para nosotros“, confesó David Caraben mientras los técnicos se apresuraban a hacer uno de los múltiples cambios de instrumentos y retoques en el escenario. Era el tradicional concierto de Navidad deMishima (en años anteriores había tenido lugar en el Heliogàbal; este año trasladado al Teatre Coliseum de Barcelona, unas 20 veces mayor), y el grupo catalán esta vez no se contentó con un par de sorpresas a modo de guiños a su público más fiel, como hicieran con el mítico momentazo de Manel en el Apolo o con Laetitia Sadier en el Palau de la Música en aquel concierto en el que solo les vimos los cogotes. No: esta vezMishima habían planeado una fiesta, una auténtica celebración, un encuentro mayúsculo de amigos, colaboradores y extraños de los que solo suceden una vez cada muchos años. Tenía su lógica, hasta cierto punto: apenas hacía siete meses que habían llenado el Teatre Lliure dos noches consecutivas para presentar oficialmente en Barcelona su sexto disco, L’Amor Feliç, y los de David Caraben querían darse un homenaje para terminar otro exitoso año.

Porque sí, aunque fueran verdaderos regalos para nosotros como público, la sensación fue que los que más disfrutaron con lo que sucedió en el escenario del Teatre Coliseum durante las casi dos horas que duró el espectáculo fueron los propios Mishima. Ellos fueron los que hubieran pagado por ver la cara del público al descubrir que, después de la introducción con la segunda parte de ‘Els Crits‘, el grupo que había salido el escenario y estaba interpretando ‘L’estrany‘ para abrir la noche eran Love of Lesbian y no Mishima. Sorpresón para empezar, que recordó a aquella suplantación de Manel para tocar ‘Cert, clar i breu‘, pero que por desgracia no terminó de cuajar porque Santi Balmes tuvo serios problemas para recordar la letra e incluso improvisó parte de la melodía. Superado el shock inicial, Mishima empezaron a fuego lento un concierto que plantearon con atino como una carrera de fondo: las lánguidas ‘El temple‘ y ‘Una cara bonica‘ abrieron el fuego, para dejar paso a un cuarteto ganador de L’Amor Feliç: ‘Els vespres verds‘ (que el público ya abraza como un clásico), ‘Ull salvatge‘, ‘La vella ferida‘ (donde todavía se echan en falta algunos matices durante sus primeros compases, no así en la explosión final, que dominan a la perfección) y la portentosa ‘Els crits‘. Para ‘L’ombra feixuga‘, el show ya había empezado: piano a tres manos, y una interpretación desnuda y totalmente spoken word de ‘Neix el món dintre l’ull‘, con Caraben recitando únicamente acompañado de la guitarra de Dani Vega y de un violín y un violoncelo. Muy acertado.
Al poco, otro cambio de grupo total: Mishima se van y entran… Manos de Topo. “Es mi oportunidad de ser David Caraben“, exclama Miguel Ángel Blanca antes de llevarse ‘La forma d’un sentit‘ a su terreno estridente, chirriante y absolutamente único, recibiendo –contra todo pronóstico– una de las ovaciones más sentidas de la noche. Inmensos los topos como siempre. Aunque si hablamos de emotividad desbordada, el nombre propio fue el de Jaume Sisa, que en una de las sorpresas más bonitas de la noche salió a versionar (de verdad, con su estilo único e incluso cambiando a propósito el final) la preciosa ‘Guspira, Estel o Carícia‘, en uno de aquellos momentos mágicos que completan definitivamente a un artista y a su público. De lagrimilla.
Minutos antes, un terremoto había sacudido el escenario al aparecer los dos (adorables) terrorista sonoros de Za! en él, a mitad de la euforia de ‘Qui n’ha begut‘. Como ya es habitual, los de Carabén alargan el puente de la canción hasta conseguir un crescendo espectacular, momento que aprovecharon Za! para dirigir desde su óptica la orgía instrumental momentánea (con el guitarra ejerciendo de director de orquesta y el batería dándolo todo a la percusión). Terminada la euforia, llegó la interpretación de ‘Miquel a l’accés 14‘ con loops y trompeta al más puro estilo Za!, para culminar con Mishima y los dos miembros extra en otro de los finales explosivos que tan característicos son ya. Y después del grueso de colaboraciones (que no serían las últimas), momento para la segunda tanda de hits, para la primera recta final de la noche. Mishima ponen la quinta marcha y encadenan ‘L’última ressaca‘ (una de las canciones del año), ‘La tarda esclata‘, ‘Un tros de fang‘ y ‘Tot torna a començar‘, y el concierto por fin toma velocidad de crucero porque cuando el quinteto se pone a desmenuzar sus canciones emblemáticas, no hay nadie que pueda resistirse a esta mezcla concisa y apasionada de épica, poesía, y distorsión.
Para las dos bises, Mishima tampoco escatimaron en sorpresas, caso de una (anecdótica) aportación de DJ2D2 al inicio de ‘No existeix l’amor feliç‘, de la versión de Bob Dylan ’I Want You‘, o de una ‘Tornaràs a temolar‘ en versión hardcore perpetrada por los responsables del Heliogàbal –con miembros de Nueva Vulcano entre sus filas–, a modo de compensación por todos los conciertos de Navidad vividos en el célebre bar. Y ni siquiera la última canción de la noche estuvo exenta de sorpresa: la festiva y macarra ‘El camí més llarg‘ fue grabada en el acto para convertirse en el próximo videoclip del grupo. Y así, entre cambios, presentaciones, sorpresas, versiones, colaboraciones, besos y abrazos, pasaron las dos horas del concierto de Navidad de Mishima, que de tan especial acabó siendo casi de todo menos un concierto de Mishima.