Bella oda a la nostalgia
MINGUS B. FORMENTOR - 02/05/2005
Para bien, para mal, o para lo que haga falta, es el caso que el corpus estilístico del universo
rock no hierve precisamente de inventiva. Se rompe (avanza) poco, se revisita (esclerosa)
mucho. Pero con todo, nunca estará de más tener siempre en cuenta las coordenadas
nacionales a la hora de especular con cierta finura sobre las reelaboraciones de modelos
pretéritos generales.
Todo ese miniexordio viene muy a cuenta al tener que vérnoslas con Mishima y su última
producción discográfica, el recién editado Trucar a casa, recollir les fotos, pagar la multa
(Discmedi, 2004). Cierto que todos esos patrones ya los hemos oído.
Eso quita nota. Pero no lo es menos que, contextualizándola como banda catalana, Mishima
renueva, amplía, no toma la vereda más confortable ni expedita para alcanzar un éxito fácil,
y transita por ella con solidez y credibilidad.
Quizá sea por eso que su programación en Bikini ha sido impulsada por Nativa, un papel
bimensual de opinión y análisis musical que, como los Mishima, no persigue el éxito fácil,
sino que se limita a trabajar con solidez y credibilidad, la mucha que desprende Jordi
Oliveras, su alma pater y mater.
El mencionado más arriba es el tercer disco de los Mishima, y en lo idiomático, antítesis del
primero. La lengua de su último trabajo es el catalán, cuando en su primer CD sólo
empleaban este idioma en un tema, situación de absoluta minoría que ahora ocupa el inglés,
su otra lengua de expresión.
Con todo, lo que son las cosas, ese Every second resultó uno de los momentos
interpretativos álgidos de su paso el pasado viernes por Bikini. Cert, clar i breu, Un altre
divendres, Em dius adéu, L¿ombra feixuga, L¿estrany, El moment que no surt mai a les
cançons, todo el disco, en fin, resulta en su aspecto sónico un monumento a la melancolía,
una oda a la nostalgia, un disco pálido y ojeroso, con una de esas bellezas frágiles y tímidas
pero innegables.
Pop brumoso y con sabor a té tras el que ronronea una guitarra con querencia por la acidez y
el minimalismo. La ejecución en directo gozó de algo más de brío, hasta el punto de invitar
en varios momentos a un contoneo de corriente alterna, y si a ello añadimos un telonaje bien
gracioso a cargo de El Petit Ramón y un remate final de la banda de David Carabén y amigos
arrebatador con Nosaltres vam cremar el Liceu, no fue precisamente aburrimiento lo que
destiló el concierto. Por todo ello, repártanse la gente de Nativa y Mishima muy sinceros
parabienes.
MINGUS B. FORMENTOR - 02/05/2005
Para bien, para mal, o para lo que haga falta, es el caso que el corpus estilístico del universo
rock no hierve precisamente de inventiva. Se rompe (avanza) poco, se revisita (esclerosa)
mucho. Pero con todo, nunca estará de más tener siempre en cuenta las coordenadas
nacionales a la hora de especular con cierta finura sobre las reelaboraciones de modelos
pretéritos generales.
Todo ese miniexordio viene muy a cuenta al tener que vérnoslas con Mishima y su última
producción discográfica, el recién editado Trucar a casa, recollir les fotos, pagar la multa
(Discmedi, 2004). Cierto que todos esos patrones ya los hemos oído.
Eso quita nota. Pero no lo es menos que, contextualizándola como banda catalana, Mishima
renueva, amplía, no toma la vereda más confortable ni expedita para alcanzar un éxito fácil,
y transita por ella con solidez y credibilidad.
Quizá sea por eso que su programación en Bikini ha sido impulsada por Nativa, un papel
bimensual de opinión y análisis musical que, como los Mishima, no persigue el éxito fácil,
sino que se limita a trabajar con solidez y credibilidad, la mucha que desprende Jordi
Oliveras, su alma pater y mater.
El mencionado más arriba es el tercer disco de los Mishima, y en lo idiomático, antítesis del
primero. La lengua de su último trabajo es el catalán, cuando en su primer CD sólo
empleaban este idioma en un tema, situación de absoluta minoría que ahora ocupa el inglés,
su otra lengua de expresión.
Con todo, lo que son las cosas, ese Every second resultó uno de los momentos
interpretativos álgidos de su paso el pasado viernes por Bikini. Cert, clar i breu, Un altre
divendres, Em dius adéu, L¿ombra feixuga, L¿estrany, El moment que no surt mai a les
cançons, todo el disco, en fin, resulta en su aspecto sónico un monumento a la melancolía,
una oda a la nostalgia, un disco pálido y ojeroso, con una de esas bellezas frágiles y tímidas
pero innegables.
Pop brumoso y con sabor a té tras el que ronronea una guitarra con querencia por la acidez y
el minimalismo. La ejecución en directo gozó de algo más de brío, hasta el punto de invitar
en varios momentos a un contoneo de corriente alterna, y si a ello añadimos un telonaje bien
gracioso a cargo de El Petit Ramón y un remate final de la banda de David Carabén y amigos
arrebatador con Nosaltres vam cremar el Liceu, no fue precisamente aburrimiento lo que
destiló el concierto. Por todo ello, repártanse la gente de Nativa y Mishima muy sinceros
parabienes.